Almorzando con Armando Scannone
Cuando yo era adolescente, vivíamos en una casa en la Esq. de Las Piedras, al lado de la familia Scannone. El padre de Armando era del mismo pueblo de mi papá. Los dos inmigrantes italianos, venidos de un pueblo, Moliterno, del sur de Italia, un pueblito en la cima de unas montañas, donde no llega ni siquiera el tren.
Al pasar de los años, cuando estudié psicología, hice mi tesis de grado sobre Tiempo Libre y luego escribía en una revista sobre tiempo libre. Un día entrevisté a Armando Scannone, porque me llamaba la atención que siendo Ingeniero Civil, tuviera esa pasión por la gastronomía. Escribió un libro Mi cocina, a la manera de Caracas, de un éxito extraordinario y numerosas ediciones.
Me invitó a almorzar y estuvimos conversando sobre el tema.
Lo primero que me dijo -Yo, realmente no dispongo de tiempo libre. El escribir los artículos de Cocina me ocasiona responsabilidad. Hay que formular recetas, investigar, probar.
Saboreando una deliciosa sopa de rabo escucho atentamente:
- En todas mis investigaciones me he dado cuenta de que de todas las cocinas del Caribe, resalta como la mejor la gastronomía venezolana, siendo de raíces comunes.-
- ¿Más majarete? -
Si un poco más, está exquisito.
-Yo no sé como surgió en mi esta inquietud por la cocina, en mi casa había buena sazón….El momento de la comida era muy importante. Yo realmente disfruté de una cocina extraordinaria a través de las manos de mi mamá….tenía una sazón especial. Cuando ella enfermó empecé a tomar apuntes y a recoger recetas. Era como atrapar la tradición, lo veo ahora..era como mantener una identidad, conservar lo propio.-
Los buñuelos de yuca están deliciosos !
-Yo al principio no quería vender el libro, yo deseaba regalarlo, compartirlo. Pero la reacción fue extraordinaria .Parece que el venezolano había perdido su comida típica Esta es la comida como fuente de tradición, de recuerdos, de sabores, la torta de jojoto es nuestra identidad.
Este tipo de comida no sólo gusta, satisface, es un poco difícil de explicar, ….es como si la hubieras conocido desde siempre -
Paladeo un refinado manjar de parchita.
Yo no creo en la comida como un placer de gula, no como al placer en el sentido hedonístico. Mira yo disfruto de la comida, la saboreo, la paladeo, pero me regocija también el comer con ustedes, el conversar, el disfrutar de la sobremesa.
Energía vital que impulsa a un ocio fecundo, productivo, tradicional. Cocina como artesanía, en un ambiente cálido, entre obras de arte para compartir, para degustar jugo de limón con papelón, entre flores, jalea de mango, bollos pelones. Entre recuerdos de mamá. Es la búsqueda de la identidad de lo universal que hay en nosotros.
Deanna Albano
A mi encuentro
Huellas de mi memoria. Camino fraguado en el tiempo.
Entre venir e ir de la vida cotidiana.
Una historia repetida en familia una y otra vez.
Y una de estas es la de los granos servidos en la mesa.
Uno de los más viejos la lenteja. Mi mamá contaba que en la Biblia Esaú cambió su primogenitura por una plato de lenteja. ¡Ese señor si tenía hambre!
Cuando veo un plato rebosado de lentejas recuerdo a Esaú y me lo como todo.
Mamá nos llevaba al mercado del Valle que estaba cerca del cementerio por la bajada de la Iglesia, ella le decía a mis hermanas, cuando compren caraotas, acuérdense que tienen que ser las de Chacao, porque son las más blandas del mercado.
Para mí las caraotas deben ser cocinadas con azúcar y no de echarle el azúcar por encima como hacía mucha gente. Mis amiguitos las comían saladas.
Cuando mi mamá nos ponía un plato yo me lo comía todo por recuerdo del profeta
Mis hermanas y mi mamá nos llevaban al mercado.
Y yo empecé a preguntarme como buen filósofo, por qué en mi casa se comían las caraotas dulces.
Encontré una historia de las que se esconden detrás de las paredes que se hablan en voz baja. Se decía que mi bisabuela Manuela se había divorciado de su esposo de apellido Mendoza y ella era muy joven cuando se casó. El divorcio le trajo como consecuencia que tuvo que salir de Caracas y asilarse en casa de familiares en Río Caribe. En ese lugar los habitantes tenían la costumbre de comer las caraotas dulces, así como la carne molida, como lo hacen los trinitarios y ellos a su vez como influencia de la cultura hindú.
Mi abuela aprendió esa forma de cocinar y las costumbres de comer los granos dulces se introdujo en la mesa de la familia hasta el sol de hoy.
Gustavo Misle
jueves, 22 de julio de 2010
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