Una vez a la cuaresma voy a la iglesia. Era domingo, para ser precisos, el quinto domingo de Cuaresma, tiempo en el cual la Iglesia Católica se prepara para celebrar lo que ellos denominan la Pascua y lo que nosotros conocemos como la Semana Santa. ¿Pero tenía yo destinado parar en la iglesia?. Más bien era un domingo para deleitarse con una u otra exposición, concierto o café con amigos. Total, con Dios puedo hablar siempre que quiera, sin necesidad de pasar por un aeropuerto celestial.
Tal día, tenía yo previsto asistir a una singular exposición llamada Deva Dásis y sus chicas, del pintor Carlos Medina, en la Casa Rómulo Gallegos, quien en una propuesta arriesgada creó este personaje para vestir y desvestir al arte en sus lienzos plasmando los vaivenes de vidas paganas, pero, señor mío: “Las etairas también son hijas de Dios”, aunque la gente las maltrate y las mire de reojo como si la comisura del mismo fuese una punta de lanza o una flecha envenenada. Cuanta iniquidad, Yavé.
Al acercarme al Celarg, amén de los racionamientos eléctricos en los que vivimos sumergidos, veo la calcomanía de racionamiento la cual indicaba que ese centro abriría más tarde. Un mulato se asoma, luego de yo haber hecho ruido con la puertas y le pregunto ¿a qué hora abren?. A las 2 pm, me contesta. Y yo pensé en las imprecación de rigor, que para más señas podríamos estar hablando de un ocurrente acrónimo: C.D.L.M. Eran las 10 y media de la mañana, para adónde agarro Señor mío. Me dirigí entonces al Centro Cultural Corpbanca puesto que tenía entendido que Oswaldo Vigas; luego de un momento difícil que padeció, pintó varios cuadros para realizar la exposición llamada Mis Curanderas, a propósito de las mujeres que lo ayudaron durante su difícil tránsito. Sin duda, un acto santo. En vano fui hasta allá dado que la exposición del pintor fue suspendida hasta nuevo aviso. No hay luz, no hay pintura, no hay espacio para el divertimento.
En fin, bajé por el Solar del Vino y crucé en la calle donde se encuentra la Iglesia San José de Chacao. Sorpresivamente, para mí, llegué puntual a la misa del mediodía. El padre mencionaba a los muertos y enfermos por los que se oficiaba la ceremonia. Desprendida yo de los actos litúrgicos, me perdía entre las secuencias que estribaban en: cantos, contestaciones o repeticiones de los feligreses y la homilía en si.
“Lectura del Evangelio según San Juan” decía el padre, y narraba el episodio en el que Jesús defiende a María Magdalena. Estando en el templo y desde donde enseñaba sus milenarias palabras, los escribas y los fariseos le traen una mujer sorprendida en adulterio, y, colocándola en el medio, le preguntan al hijo de Dios que dado que la Ley de Moisés manda a apedrear a las adúlteras, él, qué decía a ello. “Le preguntaban esto para comprometerlo y poder acusarlo” continuaba el Padre. Al sentir la insistencia de los acusadores, Jesús les dijo. “El que esté sin pecado que le tire la primera piedra”. Ante semejante respuesta (cuya vigencia no caduca 21 siglos después; según el calendario cristiano), María Magdalena se quedó a solas con Jesús y éste le preguntó si la habían condenado y ella respondió que no, por lo que Cristo la absolvió y le dijo “tampoco yo te condeno. Anda y en adelante no peques más”.
María Magdalena pasó, de ser, una actual chica de las de Deva Dásis, a una discípula de Jesús al punto que la Iglesia Católica la admitió como Santa. Son las etairas, entonces, hijas de Dios.
El padre, quien tenía un porte y discurso dicharachero y muy coloquial contó hasta un chiste, siguiendo con la misa que parecía no acabar entre reflexiones o regaños a los asistentes. Quién sabe si todos cristianos. Lo que si eran, era humanos. Quizás algunos lo sabían, otros no.
“Y bueno antes de finalizar la misa, vamos a cantar cumpleaños feliz, si cumpleaños feliz a mi comadre”. “A Dios cará pero si se prendió la rumba y yo con ganas de comer torta” (me dije). Vale decir que toda la misa, la recibí detrás de una estructura que algunos habrán visto. La escalera que al finalizar, lo hace bajo un domo cuyo diseño es de finales del siglo XVIII. Por lo que también me restaba visibilidad del altar una columna que quedaba justo al frente a los peldaños. Es por ello que, y, según, se trasladara el padre, podía verlo a él solamente.
Muy bien, cantamos cumpleaños a una persona llamada Analy que acompañada de su familia respondieron a preguntas triviales del padre. Acto seguido, termina la misa, y yo me acerco al altar pero cuando lo descubro pasando la columna, me quedé boquiabierta. Analy resultó ser la esposa del joven cantantautor Reinaldo Alvarez quien estaba allí junto a ella y sus dos hijos (un varón y Angélica), en ropa sport. “!Pero si a mí me han gustado las baladas de Reinaldo Alvarez!, canciones como: En mi segundo intento y No soy el único”. No lo podía creer. Señor mío.
Como ha cambiado el mundo. Aunque la iglesia se porte mal, algunas veces. Aunque no haya luz ni espacio para un acto divino como lo es el arte. Aunque tenga que asistir a misa con inesperados arreglos musicales en presencia de un juglar. Aunque todo eso, yo sigo creyendo en el Todopoderoso. Como cantaba Héctor Lavoe: Todopoderoso /es el señor/ Es el que todo lo sabe/ es el que todo lo ve/ no conoce el egoísmo/ ni actúa de mala fe; pensé, aquel quinto Domingo de Cuaresma.
Marla Melissa Rojas
lunes, 31 de mayo de 2010
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