jueves, 15 de julio de 2010

On the rock's, please. Crónica de Marla Rojas

Alrededor de las 7:00 pm se congregaba la gente para ver y oír un concierto memorable. La Orquesta Sinfónica Juvenil de Chacao dirigida por la batuta del maestro Eduardo Marturet se presentaría a partir de esa hora en pleno punto central del municipio Chacao. Justo antes del Obelisco, en la Plaza Altamira.

Al llegar al lugar observé que la mayoría de la gente se posicionó del lado derecho de la plaza, quien sabe si desde allí se veía mejor la pantalla que estaba a los lados de la tarima la cual sostenía organizadamente los puestos para una orquesta de jóvenes talentos.

Al micrófono Ramón Pasquier y Albany Lozada daban el toque Glam para un evento cuyo patrocinante correspondía al sector de licores que si mal no recuerdo abría una campaña para el producto Jhonny Walker, Black Label.

“Treinta años de carrera…ha dirigido más de 500 orquestas con más de 1.000 conciertos en todo el mundo…con ustedes…Eduardo Marturet” decía Pasquier.

El repertorio que incluía temas universales, latinos y nacionales transcurría en medio de las vuvucelas criollas o mejor dicho entre sirenas de ambulancias, estruendosas cornetas de carritos y algún grito de uno que otro loco ocasional.

Era realmente esplendoroso y sublime oír tanto las intervenciones de Marturet como las piezas que la orquesta, dirigida por él, tocaban en medio de aquella urbe. Es el caso de la obertura 1812 de Tchaikovsky, en la que se me reveló un momento glorioso. Logré identificar que parte de esa composición con la que dicho músico celebraba la derrota de Napoleón pertenecía a una secuencia de la película V de Vendetta o para más señas V de Venganza. En la secuencia cinematográfica, la figura principal llamada V explota un símbolo gubernamental erigido en un edificio de Londres pero al mismo tiempo hace sonar, a través de las miles de cornetas repartidas en la localidad inglesa, el pasaje de la obertura rusa lo cual fue un instante magnánimo para mí porque la intensidad de las notas evocaba hasta el ambiente urbano de la imagen que tenía en mente, me sentí dentro del filme, fue extremadamente emocionante.
“Chamos, cuando sea grande quiero ser como ustedes” decía Marturet en una de las pausas del concierto refiriéndose al logro de los ensayos con la joven orquesta.

Eso sí, cuando comenzaron a tocar los mambos de Pérez Prado la gente mayor empezó a contonearse al ritmo de la percusión lo que rompió con el estoicismo del beat clásico donde se dejaban colar los “qué bello”.

De pronto, iracundo y con un peli amarillo teñido un hombre de mediana edad muy desorbitado pasó a nuestro lado gritando “si ustedes hacen un curso de esa vaina también tocan así”, repetir sus groserías sería irrumpir en la experiencia Marturet, pero el loco me dejó pensando, en el fondo tenía razón.

Marla Rojas

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