lunes, 10 de mayo de 2010

Crónicas de Diego Rodríguez Gambasica

Pasión de Oro y Negro

Un pase exitoso, el jugador realiza un movimiento lateral que remite el balón a su compañero de equipo en la retaguardia, éste logra esquivar los avances de los contrarios, que vienen hacia él desde izquierda y derecha, hasta acercarse al centro del campo y logra que su delantero tome la esférica y continúe en posesión de ella hasta lograr estar peligrosamente cerca de la arquería contraria, las pulsaciones se aceleran, cada segundo cuenta, los sentidos se agudizan al máximo, no está permitido equivocarse cuando se está tan cerca de un momento de gloria, todas las miradas se concentran en él, hoy se llama Jonathan Del Valle, ayer pudo haber sido Carlos Maldonado o en tiempos más lejanos Omar Ferrari, hoy su nombre puede estar en boca de todos, ser una figura más en la constelación de estrellas que han adornado con su talento el glorioso nombre del Deportivo Táchira.

Ahora él está allí en el momento de máxima efervescencia, los comentaristas deportivos desde sus cabinas aguantan la respiración, y con ellos se angustia y se emociona todo el pueblo tachirense: los siempre fieles que nunca faltan a un juego, los que logran conseguir entradas de tanto en tanto, los que siguen el partido desde sus casas, en compañía de otros devotos “aurinegros” o solos, y todos los demás desde el interior del Estado y fuera del Táchira. Todos forman un colectivo que siente la pasión futbolística con la misma intensidad con la que se lleva en la sangre el orgullo del gentilicio tachirense, sufren como una herida propia cada derrota y disfrutan a plenitud cada triunfo conseguido. El delantero está frente a la arquería contraria esquivando a las defensas de los rivales, ya no suda, ya no tiene miedo, en ese instante su nombre no es el propio, es uno y todos a la vez, él es el Deportivo Táchira.

Fue un día de enero de 1974 cuando nace el Deportivo San Cristóbal, gracias a la iniciativa de Gaetano Greco, Fantino Capoccioni, Gregorio Gonzales Lovera, Orlando Maldonado y otros hombres amantes del deporte rey. En 1978 el Deportivo San Cristóbal cambiaría su nombre a Deportivo Táchira Fútbol Club alcanzando en 1979 su primer campeonato nacional. El equipo logra conquistar su segunda estrella en 1981 y el sub-campeonato en 1982, detrás del Atlético San Cristóbal.] En 1984 y 1986, llegaría el tercer y cuarto título respectivamente; sin embargo la crisis económica que enfrentaría durante toda la década de los ochenta lo obligaría a fusionarse con el Atlético San Cristóbal, formando el Unión Atlético Táchira (UAT), nombre con el cual se obtendría su cuarta estrella. En los siguientes años se obtuvieron 4 subtítulos, a pesar de esto, el equipo pasó por profundas dificultades económicas que lo llevaron a estar a punto de desaparecer.

Eventualmente, un grupo de empresarios, con el apoyo del entonces gobernador del Estado Táchira y todo el pueblo tachirense, unieron esfuerzos para evitar su desaparición y tomaron la decisión de rebautizar al equipo como Deportivo Táchira Fútbol Club para la temporada 1999-2000, obteniendo ese mismo año el quinto título nacional. Cual ave fénix había renacido de sus cenizas el coloso de negro y oro, con más ímpetu y presencia en el panorama del fútbol nacional venezolano, la pasión seguía intacta, sólo necesitaba un pequeño aliciente para despertar, el apoyo de la multitud más fuerte que nunca, boleterías para los juegos agotadas, una afición siempre fiel y ahora instituida: el equipo aurinegro cuenta con una de las aficiones más numerosas y organizadas de toda Venezuela, que asisten devotamente a cada uno de los encuentros programados.

Sea la Torcida Aurinegra, en la tribuna central popular, o la Avalancha Sur, en la tribuna popular, quienes están con el Deportivo están presentes en cada uno de sus encuentros nacionales e internacionales; el apoyo al equipo se deja sentir en todos los rincones del Polideportivo de Pueblo Nuevo, el templo sagrado del fútbol nacional. No en vano, este estadio fue elegido como escenario de la apertura de la Copa América 2004 y ha sido un testigo silente de la evolución de un equipo, de la fanaticada y de su estructura en sí. Construido en 1974, e inaugurado en 1976, el estadio contaba con una capacidad inicial de 25 mil asientos, que fue ampliada a 42 mil espectadores para la Copa América, siendo[] reinaugurado oficialmente el 20 de junio de 2007 con el encuentro entre la selección de Venezuela y la selección del País Vasco.

La apacible y bucólica ciudad de San Cristóbal se transforma, cual Dr. Jekyll en Mr. Hyde, cada vez que el Deportivo Táchira tiene un juego en casa: los locales comerciales bajan temprano las santamarías, el tráfico que fluye desde todos los puntos cardinales de la ciudad hasta Pueblo Nuevo colapsa por entero las calles y avenidas, los restaurantes, cafés y sportbars se llenan a más no poder y todo el mundo está a la expectativa de lo que está por ocurrir: “es necesario ganar para empezar con pie derecho” afirman unos, “concedámosle el empate” dicen otros en tono benevolente y de falsa modestia. La palabra “derrota” no se posa sobre ninguno de los labios, no existe en el léxico de un aurinegro tal vocablo. Quizás sea por eso que cuando el Deportivo pierde, la derrota deja un sabor amargo difícil de asimilar para todo los tachirenses, y la ciudad entera guarda un luto no decretado.

El Deportivo Táchira siempre gana, posee un record (para un equipo venezolano) de 13 participaciones en la Copa Libertadores de América, jugando invicto hasta cuartos de final en su experiencia de 2004, hasta que una derrota en esta etapa decisiva lo dejó fuera de la carrera por el trofeo. Ha permanecido intocable en la primera división del fútbol venezolano desde su creación, ni siquiera en las horas aciagas de los años 1980’s y 1990’s le restaron brillo a su impecable actuación, el mérito se mantuvo intacto y el apoyo de una fanaticada fiel hicieron posible que surgiera otra vez para el nuevo milenio con la misma gallardía que lo vio nacer en una fría mañana de enero de 1974, cuando el país despertaba a la ilusión de la “Gran Venezuela”, y el Estado Táchira despertó a una pasión de oro y negro tan fuerte, que ninguna circunstancia la ha podido consumir por completo.

Seis son las estrella de campeonatos nacionales que adornan el uniforme de oro y negro del Deportivo Táchira, siete las veces que ha terminado de subcampeón, tres los títulos del Torneo de Apertura del Fútbol Venezolano, dos los títulos del Torneo de Clausura. Y ahora en el éxtasis de un juego, el delantero que porta la camisa del Táchira lleva inscrita con letras de fuego toda la historia de triunfos y gloria, es un signo invisible que corre por sus venas, como un ADN futbolístico que le alimenta a continuar con una tradición sagrada, que debe ser mantenida, ampliada y superada, él lo sabe y está consciente de ello desde la primera vez que entró al terreno de juego como uno más del once aurinegro; la fuerza de una saga heroica está con él, a pesar de la algarabía de las tribunas y palcos, el silencio es absoluto en su mente, con frialdad de acero dispara a la meta y…

El silencio se congela, el tiempo queda suspendido, él no es capaz de sentir el sudor de su propia frente, sus ojos estáticos se concentran sólo en la esférica, el balón sigue girando y todas las miradas se afinan a punto, los flashes de las cámaras parpadean y queman con la intensidad de un millón de soles, las voces que gritan están mudas, todos a la expectativa, los corazones laten con frenesí, como si buscasen salir de los torsos que los abrigan, las venas palpitan. Él sigue ahí, frente a la arquería esperando el resultado de su mejor tiro certero, conseguido con años de entrenamiento y dominio de la técnica, piensa en todo y nada a la vez, el arquero rival se lanza a la tarea de detener el impulso que trae el balón, pero la fuerza de ambos es un choque de alto nivel. La malla de la arquería se sacude y se revienta, estallan los gritos, ha sido un gol del Deportivo.

Generación Electrogeek

Ellos caminan absortos en su mundo, son adictos a la tecnología en todas sus expresiones, se comunican en lenguajes incomprensibles para la mayoría de los mortales, lenguajes que muchas veces suelen ser los formatos de programación de las computadoras, máquinas sin las cuáles no pueden imaginar sus existencias, como si las desktops, las laptops o netbooks fuesen una especie de respiradores artificiales que le infunden la vida cada vez que están conectados online: ya sea para conocer las últimas novedades, descargar las últimas aplicaciones, conversar con otros geeks; la red mundial es su gran patio de recreo donde esta tribu urbana existe a sus anchas y domina el área con toda la experticia que le otorgan las millones de horas pasadas frente al ordenador, las batallas ganadas y pérdidas sorteando virus nocivos y viviendo en el mundo virtual.

Generalmente es muy fácil reconocerlos cuando uno camina por la calle, en su mayoría son hombres, aunque existen raros especimenes femeninos geeks, de pieles pálidas por la muy poca o casi nula exposición al sol, lentes de pasta o aéreos (porque las horas frente al monitor agotan y desgastan la vista), su vestimenta es muy simple y demuestra la poca importancia que tiene para ellos la apariencia. A pesar de envejecer, como lamentablemente lo hacemos todos nosotros, conservan en sus rostros un gesto aniñado, un rasgo de pícara inocencia que puede hacer que uno los confunda con un nerd; pero uno no debe equivocarse: un geek es una persona con una formación cultural muy amplia, que incluye no sólo tecnología, sino además literatura, música y cine, siempre y cuando estas artes sean realizadas por artistas avant garde cuya capacidad creativa los coloca siempre en las listas de lo más reciente, lo más actual, lo más “in”.

Son las personas que veneran a Bill Gates y Steve Jobbs, como una aspirante actriz veneraría a Meryl Streep, que hacen filas interminables afuera de las tiendas para obtener el último aparato en el mercado, no importa si está lloviendo, si hace frío o si están varios grados bajo cero. Además del teléfono celular de última generación, desean tener un Ipad, y están presentes en todos los sites de redes sociales: Facebook, Twitter, MySpace, Hi5, Unyk, Tumblr y son las estrellas de sus propios blogs. Consumen tecnología en todas sus expresiones: desde cámaras fotográficas a televisores LCD pantalla plana, pasando por microondas y refrigeradores, equipos de audio y video, vehículos e incluso lavadoras (tienen que ser las ecológicas), ellos invierten cantidades enormes de dinero en sus artilugios, recuerden que la diferencia entre hombres y niños es el precio de sus juguetes.

Los geeks no siempre están recluidos en su propio mundo, tienen una vida social y suelen tener muchos amigos, también pueden sorprendernos con desempeñar trabajos convencionales y quizás no tener un diploma universitario, conocen gente en todas partes y es posible conseguirlos en los lugares más inesperados. Su conocimiento de la novedad del día les confiere un carácter pseudocosmopolita, que se complementa con una devoción total a ciertos elementos de la cultura analógica como el Atari o la primera versión de Tetris o Mario Bros, y aunque aman lo digital, sorprenden con una colección de música en acetato o nostalgia por juguetes mecánicos. Como miembros de una élite cultural amante de todo lo pop, no temen ser extravagantes y poseen una confianza que le permite mostrarse tal cual son, ya que ellos están conscientes que cada vez serán más imprescindibles para el resto de nosotros, mortales legos analógicos.

El lunes sucedió mi encuentro con uno de estos individuos, es un conocido a quien veo de tanto en tanto, Fernanda me dijo que estaría en un centro cultural de Altamira que posee wi-fi para trabajar en su laptop y terminar unos asuntos de su trabajo mientras esperábamos a la hora de la función de cine para la que había conseguido entradas, así que no me quedo más remedio que ir hasta allá para reunirme con ella. Mi sorpresa fue que al llegar, consigo que no estaba sola, sino acompañada del geek en cuestión. Mauricio estaba con su Mac y un café haciendo no sé qué, y respondió con un incoherente “feliz año” a mi saludo. Fernanda mientras tanto me aburría con una perorata sobre un trabajo freelance que había conseguido y del cual no entendía mucho mientras el geek del momento seguía nuestra conversación con miradas disimuladas.

Ella debía incluir unas entradas en un blog, y ahí estaba con su Mac también, y yo no soy nada útil en estas cuestiones, Mauricio seguía absorto en su trabajo pero de cuando en cuando abría la boca sólo para reafirmar su presunta superioridad, otorgada por sus conocimientos tecnológicos. Como respuesta a mi observación sobre ambas laptops Mac de Apple empezó a responder cosas como: “tú eres un usuario PC ¿verdad?” y una ceja se alzaba de forma despectiva, “a la gente que usa PC les debe encantar tener un virus siempre y perder toda la data” y “cuando no puedas con la PC, golpéala con un martillo” que seguían llegando a la conversación, mientras yo respondía de manera cortés, con una Fernanda ausente en su prueba sin superar a mi lado, y el geek seguía dando información sobre la tienda de computadoras de la cual fue dueño, sobre la cual tampoco nadie le estaba preguntando.

Las risas corteses se me agotaron, traté de cambiar la conversación y empezamos a hablar sobre el ciclo de Ingmar Bergman que estaban proyectando, pero él no estaba ahí para ir al cine sino para terminar su trabajo, “porque en mi casa me distraigo mucho, me pongo a jugar o a escuchar música” y me pareció un caso clínico para evaluar: Género masculino; edad 35 años; síntomas: incapacidad de concentración; diagnóstico: déficit de atención o DDA. Y me reí por un momento en voz alta mientas los dos seguían inmersos en sus mundos digitales, sin notar mi desvarío ante la idea del geek en casa solo y con muchos juguetes o trabajando en su propio blog, donde publica sus trabajos como fotógrafo y suele acompañar las imágenes con textos cortos de poesía propia o prestada de otros famosos bardos y recibe comentarios, probablemente de otros geeks sobre lo publicado.

El tiempo pasado en compañía fue recibir, uno tras otro, dardos venenosos sobre tecnología: “¿conoces el programa bla bla bla?” y yo respondía de forma negativa, “¿y la aplicación de no sé qué para el software no sé qué más?” y yo seguía sintiendo que me hablaba en una lengua desconocida. Cansado ante mi ignorancia, Mauricio optó por continuar su trabajo en silencio porque no terminaba de surgir algún tema en común entre ambos. Fernanda seguía quejándose que no hallaba la manera de incluir las entradas en el blog y cansada de luchar decidió que era momento de retirarnos, a lo que yo accedí a la vez y levantándome de inmediato, agradecido de poder poner fin a mi estadía incómoda con el geek, porque francamente prefiero las actividades al aire libre y el mundo real, por muy bizarro que sea en ocasiones, a la realidad virtual y la vida online.

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